Un vacío que nada llena. No tengo tiempo. ¿Qué hago?

 
Un día, de repente, algo en ti se revela, como a quien se le aparece la Virgen María. Te das cuenta de que estás viviendo como un autómata, sigues un horario, unas obligaciones, resuelves los problemas que van surgiendo y vuelve a sonar el despertador. Al ser consciente de ello, te empieza a invadir un vacío que, además, no logras llenar con nada y aparece la insatisfacción. Te has cansado de tu vida, ya no te satisface, no te sientes feliz y llega la búsqueda de la satisfacción inmediata. Te divorcias, dejas el trabajo, te compras el coche que siempre quisiste (o uno que te haga sentir bien), te haces un cambio de look radical, compras un billar y lo plantas en mitad del salón. Todo aquello que alguna vez en tu vida deseaste, vuelve a ti como un tsunami y arrasa. 

Empezó porque un día te preguntaste: —¿El resto de mi vida va a ser así? Y aquí estamos, con la visión de felicidad que tenía tú yo de dieciséis años. ¿Y si se puede compaginar sin quemarlo todo? Eso que llamamos una crisis existencial es como ver una película inspiradora y decidir, que tú vas a hacer lo mismo, que mañana lo dejas todo. Bueno, la vida real es un pelín más complicada que chasquear los dedos, pero, ¿puedes ir cambiando cosas e integrando otras progresivamente, sin tener que mudarte a vivir a Bali mañana? ¿Y si cambiando las preguntas, cambian las respuestas y a su vez las pequeñas decisiones en el día a día?

En una crisis existencial, ni siquiera sabes lo que quieres, lo que necesitas, simplemente, que lo que tienes no te vale. Pruebas mil cosas distintas en agonía, con la esperanza de que alguna te dará la clave, no estás disfrutando del proceso, estás en busca del tesoro escondido. Si tienes un pie en cada puerto, no atracas en ninguno y sin darte cuenta, te encuentras a la deriva, perdido entre ambos en bucle, ¿el objetivo era vivir a la deriva?

Entre quien has sido y quien eres, existe un punto intermedio, que puedes situar, pausar y partir desde ahí. La buena noticia es que, tienes todo el tiempo del mundo. Deja de contar días, semanas y meses, hay personas con treinta años, que se sienten muy mayores para todo. No importa el año que ponga en el calendario, ni la edad que tengas, mientras estás vivo, hay vida, hay tiempo. ¿No sabes cuánto? Nadie lo sabe.

¿Qué quieres hacer con ese tiempo?


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Foto: Cottonbro Studio. 

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