Mis margaritas en ti

 La primera vez que te vi, llevabas una camisa blanca con pequeñas flores y el sol creaba reflejos en tu pelo. No sabía que mi vida cambiaría, que yo misma lo haría. En ese césped pasaron las horas y fue testigo de muchas primeras veces. La contradictoria sensación de haberte esperado mucho tiempo y no saberlo. Cuando la brisa es cálida y los grillos cantan, recuerdo las flores de tu camisa. A veces eras como un espejo, la forma en la que acariciabas las hojas de los árboles, creía que solo yo lo hacía. 

Si fuésemos conscientes del impacto que tiene cada diminuta decisión. Cambié de planes en el último momento ¿Y si no hubiese ido? No te habría conocido ¿Qué me hizo cambiar de opinión? ¿De verdad tenemos libre albedrío o existe algo que nos empuja hacia una dirección? De cualquier modo, me condujo a lugares de mí, que no conocía. A cambio te mostré el camino, para salir de lo establecido, aún sonrío cuando descubro que lo sigues haciendo. 

En días como hoy, añoro tu olor a primavera y el abrigo de esa voz diciéndome, que todo saldrá bien. El sabor a mandarina de tus labios. El color rosado de tus mejillas. La respiración en tu pecho, calmando mis latidos. Desde entonces llevas margaritas, porque te recuerdan a mí, lo que me hace suponer, que también tienes días así. Reconforta tener un lugar invisible, al que volver cuando el alma se nubla. 

Cuando me preguntan ¿Qué fue lo que más me gustó? Siempre respondo, que fuiste tú. 


Foto: Pavel Danilyuk. 


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