Mi pequeño Blake

 Como todos los amores, nunca sabes cuando va a llegar. En el amor no hay límites. Ni países, ni culturas, ni edad, ni especies, no hay barreras que lo frenen. Tú me has enseñado el significado de lo que es amar, de la forma más pura, más profunda. Sin condiciones, me muestras tu cariño sin pedir nada a cambio. Contigo no existen estrategias, ni apariencias y los egos no caben en ninguna de sus formas, porque en nuestro vínculo no hay grietas. 

De todos los seres que he amado a lo largo de mi vida, tú eres el único que nunca me ha fallado. Me entiendes sin necesidad de explicaciones y sabes lo que siento en cada momento, a pesar de no hacer preguntas. Sin darte cuenta, me lo has dado todo. A las personas nos cuesta entender, que a veces no es necesario hacer inventos. Que algo tan sencillo como hacerte sentir que no estás sola, que pase lo que pase, estás ahí para darme tu calor, es suficiente para secar las lágrimas. 

La casa se hace extraña sin ti. No sé si estuve a la altura (seguramente no) te ofrecí lo mejor de mí y sé que fuiste feliz, al menos en mi presencia. Si supieras cuánto te necesito cada día. Tu voz gritando ¡mami!, tus manitas cogidas a mí, esos ojazos mirándome, ese olor a bebé que nunca entendí como permanecía. Tu carita rozando la mía, cómo me pedías espacio entre el ordenador y yo, para acomodarte, porque la frase «estoy trabajando» no era razón para estar alejados. Siento la urgencia de estrecharte en mis brazos y comerte a besos, acurrucarme a tu lado y sentir que todo va bien.

Quien no ha tenido ese vínculo, nunca lo entenderá. Daría lo que fuera por estar contigo. Te llevo en mi brazo marcado, pero no calma el dolor y la ausencia. Me dicen que tenga a otro y me parece casi un insulto, no eres substituible. Los grandes amores no se reemplazan. Solo me queda la esperanza, que desde algún lugar, sepas qué mamá, te quiere con toda su alma. 

Te necesito más a ti, que al resto de la humanidad. ¡Gracias por tanto! 

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