Los suburbios

 A lo lejos se ven las luces de la ciudad, desde el techo de una furgoneta abandonada. Alrededor todo es gris y oscuro, hay cuerpos destartalados por todas partes, en el suelo, en un colchón mohoso, sobre tablas de madera (que previamente pertenecían a algún mueble) o apoyados en paredes. 

Cuerpos inertes, de personas que en algún momento fueron felices y ahora sentir cualquier emoción se ha vuelto insoportable, por lo que buscan algún componente que les ayude a no percibir nada. 

No hace falta hablar, no es necesario contar tu historia, con una mirada, con un gesto, tu sola presencia, anuncia que te hallas en el mismo punto que ellos y eres aceptado sistemáticamente. Alguien se sienta a tu lado y te ofrece un cigarro, sin preámbulo ninguno y así, sin más, te percatas de lo irónico que es, sentirse más acompañado por un desconocido que por cualquier amigo.

Es curiosa la conexión automática que se crea, con alguien que se encuentra en el mismo espacio vital. Existe más unión en un paraje desolado que en una fiesta de cumpleaños, supongo que el objetivo por el que se comparte ese lugar, en ese momento, es mucho más honesto que en un compromiso. 

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