Los días de lluvia

 La lluvia es como esa sensación tan confortable, que sientes al comerte una galleta mojada en leche, una taza de té caliente entre las manos cuando hace mucho frío, el sonido de las olas del mar o el murmullo de las hojas de los árboles. Los calcetines gordos en invierno y los pies descalzos en verano. Meterte en la cama con las sábanas recién lavadas, las duchas (que entras siendo una persona y sales sintiéndote otra). El olor de tu perfume favorito o el de las palomitas, que inunda toda la casa. 

Los días de lluvia cumplen con todos esos placeres juntos. El sonido te relaja y se crea una paz en el ambiente. Ver las gotas, caer y posarse sobre las hojas (que ahora brillan contentas) te lleva a un estado melancólico, que te recuerda todas esas cosas que te hacen sentir bien. El olor que desprende ¿Qué decir? ¿A quién no le gusta el olor a lluvia? A tierra mojada. El aire cambia y de repente respiras mejor. 

Esos días no eres un adulto pragmático, vuelves a tener siete años y quieres ver tus películas preferidas, rodeada de cojines y con suerte, acompañada de un animal al que acariciar. 

Sobre todo en verano, cuando llevas mil días de sol incesante, el respiro de la lluvia se echa mucho de menos. 

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Comentarios

  1. Cierto, todo cierto, relaja, te hace concentrarte aunque, a veces, te dan ganas de salir a bailar y gritar bajo la lluvia, empaparte y saltar sobre los charcos...pero no. Precioso texto. Saludos.

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    1. Completamente de acuerdo, no descarto lo de bailar bajo la lluvia y saltar en los charcos. Me alegra que te haya gustado. Gracias por tus palabras. Un saludo.

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