El verano

 Hace unos años llegaba el verano y con él las mayores aventuras, aterrizabas en septiembre con un montón de anécdotas desternillantes e historias que pasarían a la posteridad. Pasabas semanas contando tu fascinante verano a aquellos pobres resignados que pasaban el verano en el pueblo de sus padres o abuelos y lo más increíble que vivían era ir por las noches a la verbena en la plaza del ayuntamiento. Para los suertudos que nos quedábamos en la ciudad teniendo tanto tiempo libre, era como soltar a un niño en Disneyland, no sabe por donde empezar, ve un millón de posibilidades hasta donde le alcanza la vista, más todo aquello que aún no ha explorado.

Las mañanas solían empezar en la playa. Después de tostarte al sol, hacerte el muerto en el agua y caerte de la colchoneta varias veces, empezabas a tener hambre. En ese momento entendías por qué los “adultos funcionales” iban tan equipados a la playa, sobre todo cuando firmabas el trasplante de riñón para comer en el chiringuito, de repente la ensaladilla en tupper ya no te parecía tan mala idea. En las tardes (ya duchados y con una buena siesta como reserva en el cuerpo) empezaba la montaña rusa tanto de vivencias como de emociones, que se alargaba hasta la madrugada e incluso hasta el amanecer, según se dieran los acontecimientos.
Un puñado de “jóvenes disfuncionales” experimentando cualquier opción mínimamente placentera y llevando a cabo las ideas más disparatadas que se nos pasaran por la cabeza, todo mezclado con unas copas de más y todo tipo de relaciones personales que se solían entrelazar con el paso de las horas. La más pura libertad y el sentimiento (no sé si certero) de que todo era posible.
Ahora subida en mis 36 años, el verano ha dejado de ser tan apasionante, para convertirse en una parada de trayecto, en la que intentar disfrutar un rato entre obligaciones y compromisos. Aquellos que afirman que los 40 son los nuevos 20, me gustaría saber como compaginan la vida adulta con el privilegiado delirio de la juventud. Hoy me siento como aquellos amigos que volvían del pueblo con la sensación de que el verano había pasado sin pena ni gloria. ¿Dónde quedaron aquellas tardes/noches interminables de bendita locura?

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Comentarios

  1. Hola Naya, yo creo que se disfruta de otra manera: después del ajetreo diario, el poder no hacer nada más que descansar durante unos días es algo muy bueno para la salud tanto mental como física. Y que conste que yo era de las que en el parque, en la playa o en la montaña siempre llegaba tardísimo a casa en verano, con unas ganas locas de irme a dormir para que el día siguiente pudiéramos hacer más cosas.
    Interesante reflexión, desde luego.
    Saludos cordiales.

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    1. ¡Muchas gracias por tus palabras Mercedes! Creo que pasamos por distintas etapas y el verano se convierte en algo diferente en cada una de ellas y todas están bien ¡Un abrazo!

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  2. Hola guapa yo el verano lo disfrutaba a tope pero te haces mayor y ya no tanto

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    1. ¡Hola Anónimo! A mí me pasa igual, vas perdiendo pila, valoras más la tranquilidad y el verano es lo opuesto a eso. Y si vives en un lugar turístico, ya ni te cuento…

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  3. Sin la menor duda, a medida que vas haciéndote mayor, la percepción de las cosas van cambiando. Yo, por ejemplo, disfrutaba muchísimo en los veranos de los ochenta y noventa, aunque más en los ochenta. Era muy joven en esos años, podríamos decir que un adolescente y todo me era posible. Conocer gente, los primeros besos, la música de esos años... Eran otros tiempos en los cuales empezaba a vivir y a conocer. Y ahora, con el paso de los años, miro para atrás y evidentemente, ya no soy el mismo aunque trato de conservar esa esencia que tanto me llenó. Gracias por leerme Naya. Me gusta mucho tu blog. 😊

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    1. ¡Qué bien suena! Seguro que fueron veranos geniales. Es importante lo que dices, tratar de conservar esa esencia de lo vivido, que forma parte de quien somos. Gracias por tus palabras y por compartir ¡Feliz de que te guste mi blog Salva!

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  4. Has entrado en esos veranos de melancolía. Pero no los pierdas. Dan valor a lo que perdimos y nos desafían a seguir viviendo la aventura de otra manera. Gracias!!!

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    1. ¡Hola Anónimo! Totalmente, todas las etapas tienen sus partes maravillosas, aunque a veces nos parezca que lo pasado era mejor, por el romanticismo que crea la melancolía. Si algo hemos hecho bien, normalmente, el presente suele estar más completo. Gracias por tus palabras.

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